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martes, 12 de noviembre de 2013

Cabezón Jasen

Es verano, un día caluroso y como todos los domingos, estas con nosotros en nuestra casa.  Te veo sentado en la terraza leyendo el diario, metódica y cautelosamente sin pasar ninguna noticia de largo. Yo y mis hermanas nos bañamos en la piscina.  Me tiro un piquero al agua, desarmado y descoordinado, despreocupado como el niño de 13 años que era en ese entonces. Me doy cuenta que me estás mirando detenidamente, y te paras a enseñarme cómo realmente se tiran los piqueros, con la autoridad de un ex campeón de natación. Ya no recuerdo cuantas veces fueron hasta que al fin, saliera perfecto como a ti tanto te gustaba.

Ahora entiendo, luego de unos años, como en esos pequeños detalles te mostrabas tal cual eras, ya que eran esas cosas la base de lo que fueron tus exitosos 99 años como hijo, hermano, padre, abuelo y macanudamente bisabuelo. Nada en tu vida fue suerte, detrás de todos tus logros hubo esfuerzo, perseverancia e infinita responsabilidad, reflejados en tus más de 60 años trabajando como ingeniero.

Abuelo, fuiste el motor de la avioneta en la cual tu familia estuvo a bordo, marcando profundamente a toda una generación de nietos, los cuales seguiremos viviendo orgullosamente bajo tu legado. Fotografiaste cada momento importante de tus 15 nietos, caracterizándote siempre por tu extrema puntualidad, tus impecables ternos e inconfundibles perfumes.

Pero como olvidarnos de tus famosas frases:
-“Hola, ¿Qui-hubo?
-“!Esto está como la mona,  calienta como diablo!”.
-“Está macanudo el aparato”.

Abuelo, sé que nos volveremos a ver, y recuerda que no has muerto, solo despertaste del sueño de la vida.

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