Es verano, un día caluroso y como todos los domingos,
estas con nosotros en nuestra casa. Te
veo sentado en la terraza leyendo el diario, metódica y cautelosamente sin
pasar ninguna noticia de largo. Yo y mis hermanas nos bañamos en la
piscina. Me tiro un piquero al agua,
desarmado y descoordinado, despreocupado como el niño de 13 años que era en ese
entonces. Me doy cuenta que me estás mirando detenidamente, y te paras a
enseñarme cómo realmente se tiran los piqueros, con la autoridad de un ex
campeón de natación. Ya no recuerdo cuantas veces fueron hasta que al fin,
saliera perfecto como a ti tanto te gustaba.
Ahora entiendo, luego de unos años, como en
esos pequeños detalles te mostrabas tal cual eras, ya que eran esas cosas la
base de lo que fueron tus exitosos 99 años como hijo, hermano, padre, abuelo y
macanudamente bisabuelo. Nada en tu vida fue suerte, detrás de todos tus logros
hubo esfuerzo, perseverancia e infinita responsabilidad, reflejados en tus más
de 60 años trabajando como ingeniero.
Abuelo, fuiste el motor de la avioneta en la
cual tu familia estuvo a bordo, marcando profundamente a toda una generación de
nietos, los cuales seguiremos viviendo orgullosamente bajo tu legado.
Fotografiaste cada momento importante de tus 15 nietos, caracterizándote
siempre por tu extrema puntualidad, tus impecables ternos e inconfundibles
perfumes.
Pero como olvidarnos de tus famosas frases:
-“Hola, ¿Qui-hubo?
-“!Esto está como la mona, calienta como diablo!”.
-“Está macanudo el aparato”.
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